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  • Foto del escritorCámara rota

Crónica de una relación perfectamente obsesiva




Por Aldo Barush


Tenía diez años y era un día completamente normal en la vida de alguien de diez años; fui al colegio, recibí un reconocimiento por mis destacadas aptitudes académicas, otro más por mis destacadas aptitudes artistas, y además, ese día, jugué y gané un torneo de ajedrez, y así continué siendo el vigente campeón del país, y solo por mero placer lúdico, también jugué al póker y añadí ochenta mil pesos a mi cumulo de riqueza monetaria. Como les digo: un día completamente normal en la vida de un niño de diez años. Tal vez tuve que aclarar que hablaba de un niño de diez años sumamente brillante: No quisiera decir que era un niño prodigio cuasi genio, pero las pruebas me delatan. Era un niño, pero solo en lo que concierne a la biología, porque socialmente era tratado como un adulto más, las razones son evidentes; todo lo entendía, no había nada que no hubiera de entender… o eso pensaba. Total, que transcurría mi día y en esos momentos me encontraba leyendo sobre el mito de Pigmalión y Galatea; ya saben, ese mito donde Pigmalión se enamora de la estatua de una mujer perfecta llamada "Galatea", y esta cobra vida. Y en ese momento mi primo aparece en esta historia.


Mi primo de veintiséis años entra a mi cuarto con una exaltación visible; física y psicológica. Con la respiración acelerada y la ansiedad recorriendo su cuerpo me dice lo siguiente:


-Acompañé a casa de Maire.


Maire era la ex novia de mi primo, hacía meses que ella había tomado la decisión de cambiar el estatus de mi primo de: "novio" a "ex novio". Si bien es cierto que ya no eran novios, también era cierto que seguían frecuentándose, solo ellos sabían (¿sabían?) por qué lo hacían, que sentían, y cómo lo entendían, eso, lo de seguir frecuentándose, probablemente como amigos, pero eso terminó. Un día pasó algo y ella le dijo que ya no quería verlo nunca más, y él, aún no sabía cómo entender eso… pero parece que ya había decidido cómo hacerlo.


-¿A qué vamos exactamente? Le pregunto.


-A decirle a Maire que regrese conmigo. Me responde.


En el segundo uno que me dijo eso tuve el instinto casi automático de preguntarle:

"¿Por qué?", como reclamándole, como siendo retórico para que se diera cuenta del error, casi me molesté ya que no le encontraba sentido; no era una relación estable, no era una relación sana y no era una relación normal, ¿por qué quería de vuelta a esa mujer?… pero en el segundo dos pensé, eso precisamente: Mi primo quería volver con la mujer que ya no quería verlo nunca más y hubo en mi un deseo de entender, está claro que hablamos de un caso grave de obsesión, pero… ¿por qué? Y pensé que, si lo acompañaba y observaba a Maire, encontraría respuesta a la mayor incógnita que me había enfrentado hasta ese momento: ¿Por qué un hombre se obsesiona con una mujer? ¿Es acaso Maire una perfecta Galatea? Así que accedí.


Mi primo sube al coche y yo con él, ambos nos dirigimos a casa de Maire, vamos por la carretera de las relaciones humanas en el coche de la obsesión delirante, y aprovecho para indagar más en esa psique y ese corazón.


-Maire, ya te dijo que no quiere verte, ¿por qué insistes tanto? Le cuestiono.


-Es que ella es perfecta; es hermosa, tiene una cara tan linda, es bien bonita la verdad es que sí. Y tiene una personalidad tan cautivante, es un ángel carismático, es perfecta y todo es perfecto con ella; la conexión que tenemos es perfecta, no creerías lo mucho que hablamos, lo mucho que nos reímos, y lo mucho que nos deseamos, es que convivir con ella es mágico, si pudieras vernos interactuar lo que verías son fuegos artificiales saliendo, es increíble, nunca se vio a dos personas tener una conexión así, somos tal para cual… porque ella es perfecta y nadie nunca la va a amar tanto como yo… solo tiene que darse cuenta. Me dijo.


Wow, cuando comenzó a hablar solo escuchaba a un tipo tan obsesivo como necio, escuchaba a un hombre totalmente terco hablando de una mujer que ha de ser su objeto de deseo caprichoso, pero al final… cuando dijo esa frase "solo tiene que darse cuenta"… escuché a un tipo tan nostálgico como derrotado, escuché a un hombre genuinamente enamorado, hablando de una mujer que ha de ser el amor de su vida, si es que eso existe. ¿Y si todo ese amor lo volcara hacia otra mujer que gustosa habría de recibirlo? Pensé.


-¿Por qué no buscas a otra mujer? Le dije.


-Si no es ella no es nadie. Me responde.


Escuché eso y yo solo pude pensar lo siguiente: "Aquel hombre cuyo eslogan es César o nada, no se convierte en César, cae en desesperación, como no se convirtió en César no soporta estar consigo mismo". Solo hay que cambiar "César" por "Novio de Maire". Al tiempo que tenía esta interesantísima reflexión, mi primo habló de nuevo, y soltó la siguiente frase al aire:


"Maire, yo te voy a amar siempre".


Y llamó mi atención esa última frase y pensé en algo curioso: Pensé que esas mismas palabras podrías ser tremendamente románticas o absolutamente terroríficas, dependiendo el contexto, antes fue lindo porque antes, en algún momento, mi primo hubo de decirle esta frase a Maire, y Maire pensó que tenía a un hombre que siempre le iba a causar: Alegría, felicidad y amor, y Maire sonreía. Y ahora era espantoso, porque ahora, en algún momento, mi primo hubo de decirle esta frase a Maire, y Maire pensó que tenía a un hombre que siempre la iba causar: Preocupación, malestar, y odio, y Maire lloraba. Oh, lo que una vez fue amor hoy es odio, y lo que una vez fue una linda promesa hoy es una horrible realidad. Y llegamos a realizar esa horrible realidad.


Llegamos a la casa de Maire, entramos sorpresivamente fácil a aquella unidad habitacional, unos veinte edificios la componían, estábamos frente al edificio cuatro, frente a la puerta del mismo, al pie de las cinco ventanas de los cinco pisos que conformaban la altura del edificio.


-¿Y cuál es el de Maire? Le pregunto.

-El Cuatrocientos cinco. O cuatrocientos tres. O cuatrocientos algo. Me responde.


-¿No los sabes? ¿Y si no es ninguno de esos?


-Así tenga que ir a tocar los cuatrocientos diez departamentos que hay aquí, no me voy a ir a hasta hablar con Maire.


Por su puesto le creí. Entonces nos dirigimos a subir al edificio pero al tiempo de querer abrir la puerta nos damos cuenta que no se puede, entonces mi primo con cierto enojo saca su celular, no sin antes patear aquella puerta que no abría, Y comienza a marcar. Y sí; Maire, responde.


-Bueno. dice ella.


-¡Maire, sal, tenemos que hablar! ¡Estoy afuera de tu casa! Le dice mi primo, ya con una clara molestia.


Se escuchó un silencio y desde luego, Maire colgó el teléfono, y mi primo solo aumentó su nivel de ira, se lamentó e hizo una rabieta, y enseguida comenzó a buscar piedras por todo el piso, esto ya me sorprendió un poco: "¿Es que acaso va a comenzar a lanzar piedras?" Pensé.


-No sabes cuál es su departamento. Le digo.


-Pero sí se cuál es su ventana. Exclama.


Y avienta la primera piedra. Y la segunda, y la tercera, y yo solo lo miro, sorprendido, era un espectáculo completamente decadente, en todos los sentidos. Mi primo cada vez se desesperaba más y se molestaba más y Maire no daba ningún indicio de querer salir y hablar con él, hasta que sí dio un indicio de presencia: Una silueta de una mujer se acercó a aquella ventana: Era Maire, y Maire tomó sus cortinas y las cerró, no sé con qué intención, pero sí sé qué provocó. Mi primo solo miró esto y entonces estuvo completamente furioso.


-¿Ah sí? Dijo con una sonrisa tan retadora como amenazante, tan furiosa como agresiva.


Entonces con esa misma furia comenzó a buscar una piedra, no cualquier piedra, esta vez una pierda grande, muy grande, y la encontró, y la miré sorprendido y asustado esperando que no la lanzara. Era una gran piedra, mucho más grande que su mano, pero del tamaño perfecto para lanzarla.


-¡Lanzar esa piedra va a ser peligrosísimo! Le digo.


Pero parece que no me escuchaba, en su mente solo estaba lanzar la piedra, y mi primo se colocó al lado de mí, volteo y me miró, como pidiéndome perdón por lo que estaba a punto de presenciar. Y lo miré, y ahí estaba: Mi primo de veintiséis años, al pie de la ventana de la mujer que ya no quería verlo nunca más, queriendo que vuelva con él. Voltea, mira la ventana… y lanza aquella piedra. Yo solo cierro los ojos, tres segundos tardó en llegar la piedra a la ventana, pero yo los sentí como si fueran tres minutos… y escucho el estruendoso impacto, continuo con los ojos cerrados tres segundos más y los abro, y veo aquella escena, veo a Maire asomada desde su habitación y mi primo al pie de su ventana rota, como una pareja de lo que sea que eran, porque… ¿Qué clase de pareja estaba viendo? ¿Qué interacción entre dos personas estaba ante mí? ¿Qué hombre tan obsesivo tenía que ser mi primo y que mujer tan perfecta tenía que ser Maire? Y observé a Maire, y nada cuadraba, porque yo veía a Maire y no veía a una escultura perfecta, no había Galatea que ha de cobrar vida, ni Galatea que ha de ser amada. Maire era una mujer tan común como corriente, ni una belleza o gracia extraordinaria tenia, más bien una belleza y una gracia ordinarias poseía, busqué y busqué virtud divina en ella, tan divina que volvería irracional a cualquier hombre, pero no encontré nada increíble, lo único increíble es que yo no lo entendía. Y volví a la incógnita inicial que me llevó ahí, y me volví a preguntar: ¿Por qué un hombre se obsesiona con una mujer? Y no lo entendí…


Ah, la mayor verdad de la vida es la ironía, porque ahora lo entiendo perfectamente; Ahora tengo veintiséis años, tengo un primo de diez años, y tengo una piedra en la mano… y estoy al pie de la ventana de la mujer que ya no quiere verme nunca más, queriendo que vuelva conmigo. Lo siento primo: Te juzgué mal, lo siento primo: Por lo que vas a presenciar, y lo siento Mayte: Ahora yo soy tu hombre delirante y tu mi mujer onírica, yo soy tu hombre obsesivo y tu mi mujer perfecta, ahora yo soy tu Pigmalión y tu mi Galatea. Pero no hay Galateas perfectas, solo hay Pigmaliónes que las idealizan, y aunque lo sepa, no me importa, porque eres tú o no es nadie. Mayte, yo siempre te voy a amar.


Y miro la ventana, y arrojo la piedra…


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