Frida Cartas
Cuántas veces hemos leído ya eso de: “Si te ama no te lastima”, “a la primera señal de maltrato, vuela”, “quien te ama no te hace llorar”, la exigencia de una “responsabilidad afectiva”, o la burocracia amorosa de “gestión de afectos”… frases, acciones, o supuestos conceptos, que si bien se entienden como respuesta a la visible y creciente violencia de género en las parejas, no dejan de ser en sí mismas idealistas, romanti-rosadas, por demás utópicas, y hasta terminan banalizando las violencias al querer forzosamente equiparar un poner el cuerno, “me hizo sentir mal”, o la transmisión de una infección sexual, a cosas serias y preocupantes como el abuso sexual, la violación, los golpes, y el chantaje económico. Por decir algo.
Por ello, en este último escrito del año, le dedicamos el siguiente texto al conflicto en la pareja. Con la aclaración de que si usted es de la gente que se dedica a encasillar las discusiones en “millenial o boomer”, le deje hasta aquí y siga su camino porque esto le va a parecer muy “boomer”, o “que justifica/defiende” las violencias y a los agresores”.
Y es que sí, quien no quiera sufrir, llorar, dolerse, estando en una relación, que no tenga ninguna y viva en eterna soltería o se compre un mono inflable que no hable, que no piense, que no se mueva, que sea eso: un objeto. Porque lo cierto es que nadie tiene una fórmula para vivir o mantener relaciones sin pleitos, crisis, enojos, heridas y lágrimas (sean de coraje o de tristeza). Nadie. De modo que todo los coaches, sexólogos, especialistas e influencers con miles de seguidores, le están, cual gobierno morenista de la 4T, dándole atole con el dedo. Basta de supuestas luchas en las que se pretende difundir el mensaje de que hay relaciones sin conflictos y contingencias, porque en el instante mismo en que las hay o aparezcan, es una peligrosísima “red flag” o una gravísima “relación tóxica”. Mamadas de una generación que sin importar la edad, el año en que nacieron, la condición económica, o el grado escolar, han sido socializadas en la acción y praxis del internet, y todo lo quieren homologar a la violencia y el etiquetarle una dizque teoría conceptual o analítica. Tóxico el mercurio de los termómetros, ¿me explico?
El amor, que sepa qué es, pero se siente bonito porque también somos seres subjetivos y con reacciones químicas/emocionales, no es una ventanilla única de pagos y trámites, para “gestionarle” nada. Ni podemos asumir en la vida, bajo ninguna consigna de “responsabilidad”, que cuando tenemos una pareja, la otra persona está obligada a adivinarnos el pensamiento para saber qué nos gustaría, qué deseamos, y sobretodo cuáles son los traumas y pedos existenciales que ya traemos arrastrando de manera individual y personalísima, desde antes de llegar al amor ahí con él, con ella, o con elle. Tampoco es una fan page para dar consejos y buscar el fav o seguidor nuevo, y pensar que con ello “se combate a la patriarcal y terrible monogamia”. No sé por qué creen que lo que funciona a una pareja, poliamorosa o no, abierta o no, anarco-relacional o no, swinger o no, deconstruida feminista o no, le tiene que funcionar al resto de los mortales que “no se cuestionan” y “no saben”, y entonces hay que ayudarles. Curioso que se hable de autonomía y todo el tiempo se vayan pasando por el arco del triunfo la propia agencia, elección, modos o deseos, de las otras personas.
¿En el amor se lastima a la pareja? Sí, claro. Por supuesto. Y se lastima simplemente porque todos tenemos una mala educación sexual y amorosa, y somos torpes, no porque vayamos como villana de telenovela planeando 365 días al año cómo lastimar para respirar y mantenernos vivas. ¿Pero hay personas que sí hallan placer o gusto en ir jodiendo y lastimando? Obvio que las hay. Sí, claro. Esa gente además de mala educación sexual y amorosa, es muy mierdecilla y hay que mandarla a que busque ayuda en su salud mental urgentemente, porque está podrida. Y en esta parte de la reflexión es donde me llaman clasista y capacitista, porque como decía al principio, neta estamos rodeados y sobrepasados de una generación a la que a todo le hallan un juicio, nombre, señalamiento, y “crítica”. Ah, y si es usted es de las personas que cree que se puede hacer que una persona deje de ser torpe en el amor o una relación, pos ‘ta bueno pues, suerte con ello, lo digo de corazón *inserte emoticon*.
Es importante que en una relación de pareja dejemos de tenerle miedo a la confrontación y el encarar, pelearnos o discutir, miedo a decir lo que sentimos, pensamos, deseamos o queremos, porque “para qué pelear”, o “la otra parte se vaya a enojar o sentir mal”, o “vaya a pensar que somos ésto o lo otro” por desear o imaginar algo. Y que si hacemos todas estas cosas “van a dejar de querernos”. Decirlo, hablarlo, contarlo, platicarlo, pues las parejas además de ser parejas son amigos/amigas (y si no son su compa y cómplice, ‘tons sí como decía Shakira, suerte que heredé dos piernas firmes para correr si un día hace falta. ¡Córreles Charito!); a las parejas hay que tenerles confianza para hacerles partícipes de los secretos, perversidades (sepa si escribe así no me importa) o fantasías. También para contarles lo que odiamos, lo que aborrecemos, lo sucio, lo feo, lo malo. Porque en definitiva sepa qué será el amor, pero miel sobre hojuelas y una alegría/felicidad perenne y en continuo, no es. Y hay que tenerlo bien clarito y presente. Una no se casa o se pone de concubina para “ser feliz”, pues una ya es feliz con lo suyo y en lo suyo. Una se arrejunta o se pone de romance, porque tiene la finalidad de trabajar y construir una relación. Si no nos gusta trabajar y construir, las relaciones no son para nosotras entonces. Vayamos por el muñeco inflable recargable y usemos ese cupón de descuento ahora. Si creemos que haremos que las otras personas cambien, o hagan lo que yo quiero, entonces no estamos amando a nadie ni teniendo una relación de pareja, sino domesticando a una persona como a un perro, de esos a los que dan croquetas y ponen correas bonitas, y difunden en redes sociales que es “el amor más puro e incondicional”. ¡Traz!
Pero decía, callarse, por mínimo o sin importancia que esto sea, es sólo una olla exprés, que en un momento va a explotar. ¿Y qué sentido tiene acumular o guardarse? A nadie le hace favor eso de sacar trapos en momentos donde no van colgados para orear ni secar. No es una competencia ni un juego de cuerda para jalar y estirar a ver quién aguanta más. Aunque claro, la agencia y autonomía propia de las personas, sabrá qué tanto quiere dejar “aguantar” o “dejar pasar”, pues a fin de cuentas es su relación, no una relación colectiva ni para portada de revista. Pero eso sí, quién no aprenda de los fregazos, pleitos, conflictos y cagaderas en una relación, con la cabeza fría y llevando bitácora porque luego son dispersos y bien olvidadizos, estará condenado invariablemente a repetir las mismas cosas y cagaderas que a nadie sirven. Ni a él mismo, ni a ella misma.
Por ello cuando hay pedos y conflictos en una pareja, ¿qué hay que arreglar o solucionar? Nos han terriblemente mal educado en esta sociedad de la productividad, consumismo, competencia, éxito/profesionalismo, que ahora vamos derechito también a la mala educación de los movimientos sociales “pro-mujer o pro-igualdad”, en el que le seguimos sacando al parche del conflicto y la confrontación, porque cansa, dicen. “Ay no quiero, merezco ser feliz, y que me amen”… Pero cuando la otra persona no hace lo que yo quiero, inmediatamente es denunciada de mala pareja, de que no tuvo responsabilidad, y que es un agresor, o una agresora, "porque me hizo sentir mal". Y ahí van, como ejército militar, de ese que desaparece gente y viola derechos humanos, buscando llevarle al pelotón o la persecución. ¡Qué feos, oigan! Si su relación termina un día, corresponde a cada parte vivir su propio duelo y sus rencores, sus dolores y sus recuerdos, dejen de aventar culpas cual iglesia católica, y armarse en inquisición. Neta. Dejen de mancillar el amor que fue.
Cuando en una pareja hay un conflicto, un pedo, ya se hicieron daño, ¿la disculpa o pedir perdón cabe/sirve? Para fines diplomáticos sí. Protocolarios. Porque es importante hablar y nombrar. Pero el madrazo, el hoyo, la fractura ya está ahí, el dolor que pasas, pasaste, ya pegó, caló, está ahí y ahí se va a quedar. No somos lobotomía ni una PC para formatear o reiniciar. Hay que darle tregua al conflicto de una vez por todas, sin la exigencia social de “sanar” o “solucionarlo”, no vayan a decirnos que somos pendejas o estamos güeyes, y “no le echamos ganas”, o no “luchamos lo suficiente en el amor”, o “le tenemos miedo al éxito”. ¿Amamos para amar, o amamos para quedar bien con la gente y el mundo fuera de nuestra relación?
Un conflicto o pedo grande, tampoco es una razón para terminar una relación. Lo único que debería terminar una relación de pareja, es cuando alguna de las partes te dice que ya no te ama, pues porque no se puede obligar a nadie a amar a otra ni con la lámpara de Aladdín. Pero vivir en conflicto, a sabiendas que pasó algo culero, o está pasando, o un día va a pasar, y entonces estamos obligados a evitarlo o arreglarlo, pos no, no sé, lo dudo mucho, la única obligación es gozar, disfrutar, sentir bonito, tener placer, construir algo colectivo amoroso, con la clara enmienda de que todo ello no es purista, y tiene dos caras, o hartas piedrotas en el camino (aquí no caben las utopías), porque como decía el primero de los tres maridos que llevo: “El amor es la combinación de lo mejor del ser humano, y también de lo peor”. O como dice Concha Buika: “Quien me ame, amará también lo peor de mí”. O finalmente como dice nuestro único poeta, filósofo, artista y literato musical latinoamericano, único en el continente, el maestro de maestros Ricardo Arjona. “Si no aprendes a querer las espinas, no aceptes rosas”. ¡Salud! Y que traigan más mezcal.
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