top of page

Una crónica sobre la inauguración de Resistencia, rotura de la noche, la nueva exposición de Cristian Herrera Frías

  • Foto del escritor: Guillermo Romo de los Reyes
    Guillermo Romo de los Reyes
  • hace 5 días
  • 3 Min. de lectura


Por Guillermo Romo de los Reyes


Llovió esa noche. No al principio, pero todos lo sabíamos. El aire lo anunciaba con una humedad espesa, una especie de advertencia. Afuera del Palacio de los Gurza, el calor era casi inmóvil, y adentro, en la antesala del museo, se respiraba otro tipo de expectativa. Había más gente de la habitual, y más conocida: artistas de distintas disciplinas, fotógrafos, escritores, pintores, actores. Durango reunido en torno a la mirada de uno de los suyos.


Las inauguraciones de arte suelen repetirse, con sus fórmulas y sus silencios. Pero esta tenía algo distinto. Tal vez era el rumor previo, la sensación de que Cristian Herrera llevaba tiempo preparando algo importante. Desde hace años su nombre circula entre los que seguimos las artes visuales en la ciudad. Su manera de mirar, de detenerse en lo que parece insignificante, le ha dado una reputación sólida.


Entré a la sala y me quedé un momento sin avanzar. Las luces estaban medidas con cuidado; la penumbra hacía que el espacio se sintiera más íntimo, casi doméstico. No, doméstico no: más bien evocaba lo rural, como si la sala se hubiera convertido en un fragmento de campo durante la noche. Había un rumor de sonidos lejanos —grillos, quizá un perro, el viento—, y por un momento uno podía olvidar que estaba en el museo. No me propuse mirar cada pieza de inmediato. Me quedé observando a la gente. Las inauguraciones también son retratos colectivos: se nota quién llega solo, quién busca ser visto, quién está realmente conmovido.


Pensé que Resistencia, rotura de la noche no sólo es una exposición sobre el paisaje nocturno rural. Es, también, una forma de plantear qué significa estar presente en el norte, en los márgenes, en esos lugares donde la distancia parece ser la única constante. En Durango, los pueblos pequeños tienen una relación ambigua con la modernidad. La electrificación —ese tema que motivó la serie— es un símbolo de avance, pero también de fragilidad: una línea de luz que puede cortarse en cualquier momento.


Mientras escuchaba las conversaciones a mi alrededor, me pregunté por qué las imágenes de Cristian suelen generar tanta empatía. Creo que tiene que ver con el tono, con la manera en que logra hacer visible algo que todos conocemos, pero que raramente detenemos a observar. Su fotografía no es grandilocuente. No hay espectáculo, hay una insistencia silenciosa. Lo rural no aparece como exotismo ni como nostalgia, sino como un estado del ánimo.


Yo no soy fotógrafo, ni pretendo entender los aspectos técnicos del trabajo. Pero algo me queda claro: el uso de la luz y la sombra no es un efecto visual, sino una forma de pensamiento. Cristian no ilumina para mostrar, sino para preguntar. Las luces en sus fotos —que pueden ser postes, faros o simples reflejos— son como signos de vida en un territorio que parece vaciarse.


De algún modo, su obra dialoga con esta idea de permanencia. Hay una especie de ética en seguir fotografiando lo que muchos ya dejaron de mirar. Pienso que eso también es resistencia: sostener la mirada cuando el entorno empuja al olvido.


A mitad del recorrido, escuché a alguien decir que cada conjunto de imágenes parecía narrar un trayecto distinto, como si cada serie fuera una carretera, un viaje que se interrumpe o se reanuda. No lo había pensado así, pero coincidí. La exposición tiene ese ritmo: avanza, se detiene, vuelve a avanzar. Uno se mueve dentro de ella como si también transitara un camino de terracería.


De camino a casa, el pavimento reflejaba los faros de los autos. Todo parecía un eco de lo que acababa de ver. Pensé que, en los pueblos del norte, la resistencia no siempre es visible. A veces se manifiesta como una lámpara que sigue encendida a medianoche, o como una cámara que registra el silencio.


Resistencia, rotura de la noche no sólo es una muestra de fotografías: es una meditación sobre cómo habitamos la distancia. Y sobre la necesidad —tan humana— de dejar un rastro de luz, aunque sea breve, en medio del camino.



Datos de la exposición

Título: Resistencia, rotura de la noche

Autor: Cristian Herrera Frías

Tipo: Exposición fotográfica

Lugar: Museo de Arte Contemporáneo Palacio de los Gurza

Sala: Tomás Castro Bringas

Inauguración: Jueves 25 de septiembre de 2025, 20:00 h

Temporada: Temporalidad no confirmada

Entrada libre — Para todo público

1 comentario


nidyagpe
hace 2 días

Fué una exposición diferente, auténtica y emotiva, que lleno nuestros corazones de nostalgia y recuerdos bonitos.

Gracias Guillermo por tu excelente crónica.

Me gusta

© 2025 Cámara rota. All Rights Reserved.

bottom of page