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Foto del escritorNicolás Jaula

Rabia y el odio al otro




Por Nicolás Jaula


Jorge Michel Grau irrumpió en el cine mexicano con la potente Somos lo que hay (2010), un filme que analizaba los roles de la familia tradicional precaria en México desde la óptica del terror, el thriller y lo fantástico. Esta impactante ópera prima, que obtuvo su respectivo mal remake estadounidense, lo llevó a inaugurar una generación de cineastas de horror mexicano junto con Isaac Ezban, Lex Ortega, Sebastián Hoffman y Diego Cohen.


Trece años después de su debut (y de experimentar con otros géneros como el de desastres y el thriller erótico) nos trae Rabia (2013), una especie de secuela espiritual de Somos lo que hay, en donde Grau analiza la incomprensión social sobre la salud mental y el odio que esta misma genera.


Rabia sigue la historia de Alberto (Juan Manuel Bernal), un padre que se ve obligado a mudarse con su hijo, Alan (Maximiliano Nájar), a una unidad habitacional aislada. La tensión y el miedo crecen entre los vecinos cuando un secreto familiar empieza a cobrar víctimas en los alrededores.


A través de esta reformulación de las historias de hombres lobos, y del uso de una fotografía que crea una atmósfera llena tensión y misterio, Grau aprovecha para hablar sobre la ignorancia en torno a la complejidad de la salud mental en México y el odio que esta genera dentro de las sociedades. Esto se ejemplifica cuando los verdaderos villanos, los vecinos dispuestos a acabar violentamente con el "enfermo", el "diferente", el "apestado", el "peligrosos", se presentan en el clímax de la cinta.


Rabia nos demuestra que el terror como género cinematográfico es una herramienta con posibilidades infinitas.



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