¿Qué es la libertad? En este siglo XXI la pregunta a veces parece inoportuna. Es bastante probable que usted, lector, ya haya elaborado varias respuestas en su mente y hayan venido a su memoria varias imágenes, para responderla.
Primero que nada, sentemos un precedente, la libertad también es poder. El auténtico poder, el verdadero kratos, es el del demos, entiéndase el pueblo; la Revolución Francesa y sus formas históricas representaban ese espíritu que buscaba arrebatar el poder único para fragmentarlo y repartirlo entre los individuos de la sociedad: el pueblo. La soberanía deja de ser ejercida por un solo individuo o un grupo exclusivo de ellos, para que la detente el pueblo entero, destruyendo así la monarquía y fragmentándola para que todos puedan ser poderosos. Con estos elementos señalados, podemos elaborar una respuesta a la interrogante formulada con anterioridad. Según el espíritu revolucionario, la libertad es la lucha contra el poder absoluto y sus diferentes formulaciones, con el fin de devolverlo a la pluralidad social, que constituye la soberanía legítima.
EL SÍMBOLO DE LA INDIGNACIÓN:
Toda revolución necesita símbolos y sus relatos, de esta forma, se ha podido encontrar en la historia de V for Vendetta una imagen para caracterizar los ideales de ese espíritu revolucionario del siglo XXI. Distribuida por Warner Bros en el 2005, producida por Vértigo, Virtual Studios y Silver Pictures, así como protagonizada por Hugo Weaving, el filme marcó un hito por su simbolismo y connotaciones. La máscara que lleva nuestro protagonista: “V”, es el rostro de Guy Fawkes, un católico inglés que en el año 1605 fue acusado de por participar en la llamada Conspiración de la Pólvora, en la que se supone fue planeado el asesinato del Rey Jacobo I de Inglaterra. Todos los acusados en esta conspiración fueron condenados a morir en la horca. No obstante, el relato de dicho complot católico cambió, dejando de ser solo un triunfo del anglicanismo sobre el catolicismo y se convirtió en un símbolo revolucionario del siglo XXI gracias al escritor Alan Moore.
Según los creadores, V representa la libertad clara y consciente del individuo, capaz de superar las barreras físicas, psicológicas y digitales del Estado para así derrotarle desde dentro. El propio Moore se sorprendió por el éxito del comic, vigente incluso después de 30 años de su publicación.
Hay un simbolismo palpable en la máscara de Guy Fawkes que traspasa la realidad del personaje histórico; ya no representa solo al terrorista católico, sino al libertario digital, al que supera al sistema conociendo el lenguaje que lo configura, dándole una forma nueva. Es así como el rostro de Fawkes se transforma en la máscara de V, para representar una nueva forma de libertad, otorgando un distintivo a los revolucionarios y dando movimiento a lo que parece fijo: el Estado, la estructura inamovible que cae sobre los individuos como un Leviathan al que parece imposible vencer.
David Lloyd, dibujante de la novela gráfica escrita por Moore, afirma: “La máscara de V es un símbolo de la lucha contra toda forma de tiranía y en particular, de las disfrazadas de democracias formales, de democracias que han secuestrado la soberanía popular aunque sigan manteniendo estructuras –vacías, desde luego- como Parlamentos o partidos políticos únicos”.
Por su parte, Alan Moore cree en la magia como forma de sabiduría práctica, en la verdad que proclama la Ley de Thelema (Aleister Crowley). En ella se explica que la voluntad es el primer y único principio de toda normativa ética. Consiste, dicho de otro modo, en no condicionar la voluntad con limitación alguna, sea del carácter que sea. La voluntad auténtica es la que está indeterminada, pues esa es su verdadera naturaleza.
La afinidad que sentía Moore por Crowley se manifiesta en V for Vendetta; la filosofía que está dispuesto a difundir el personaje en la sociedad cuando logre acabar con el régimen de Sutler es que cada uno haga su voluntad.
V es un mensajero, que hace las veces del dios egipcio Thot, quien representaba la sabiduría, la escritura, los ciclos y los cambios de la naturaleza, por tanto es el que inicia el camino del cambio exterior e interior. Un camino de transgresión y superación de las barreras que impiden la auténtica voluntad, la thelémica. Esta experiencia en el camino de V es profundamente dionisíaca, o sea que se identifica con el mito de Osiris e Isis, pues en la tradición mítica greco-egipcia, Osiris y Dionisio son el mismo dios. El personaje es a la vez villano y héroe. Es Osiris, Seth, Isis y Horus; la síntesis de los dioses, la Unidad de los contrarios. Representa la bondad de Osiris, la maldad de Seth, la sabiduría de Isis y la fuerza de la venganza de Horus; de ahí que V sea de vendetta. Sin embargo, para ser la venganza, para llegar a ser V, no puede ser nadie: hay que acabar con la individualidad, con la identidad del “yo”.
Más allá de este mensaje, busca transformar a aquellos con los que cruza su camino, dándoles una nueva forma, una nueva esencia, sumergiéndoles en la tierra negra de la alquimia y acabando con sus mentiras. Gracias a atravesar la muerte y las torturas en el campo de concentración, ha experimentado la gnosis que lo ha liberado de sí mismo; por tanto, lo que no le mata, le hace más fuerte.
Como V simboliza la unidad de los contrarios y la pluralidad de identidades, es comprensible que sea una especie de pantheon donde cabe la síntesis de las diferentes divinidades unificadas en su máscara. Porque ¿acaso hay alguna diferencia entre un dios y otro bajo la máscara? ¿No es toda identidad una ficción, por qué no iban a serlo los dioses también? Es aquí donde reside el secreto de V, en acabar con las diferencias e individualidades, incluso con las divinas.
Llegados a este punto, nos es posible concretar en qué consiste la mística de V en su camino político. En él podemos encontrar una forma concreta de praxis política; praxis que depende de una teoría propia, teoría que como se ha visto ya, parte de la contradicción, de la suspensión de toda diferencia para alcanzar la Unidad auténtica. La praxis que podemos deducir de la sabiduría del hermatena que plantea Moore, es que solo a través del caos podemos llegar al orden. Es decir, que es necesario estar unido íntimamente al Estado, corromperse hasta la médula, para lograr purificar el poder y lograr la auténtica anarquía. Es una introducción a la sabiduría diabólica, es necesaria la oscuridad para llegar a la luz. Solamente así se es ígneo, divino, luciferino, o en otras palabras: libre.
Volvemos de este modo a la pregunta planteada al inicio: ¿Qué es la libertad?
Si respondemos usando el símbolo creado por Delacroix, podemos decir que la libertad es una auténtica separación de poderes y la participación real de cada ciudadano en el poder político. Ahora, si la respuesta la damos usando el símbolo elaborado por Moore, diremos que la libertad es alcanzar esa dispersión de la individualidad para un “yo” nihilizado, vacío, capaz de ser cualquier cosa y de asumir todo rol. Un “yo” que puede serlo todo y a la vez está totalmente indeterminado.
Quizás el camino a la auténtica libertad comience desde el verbo, desde la diferencia divina, permitiendo una libertad humana basada en la verdad del amor y el amor a la verdad.
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