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  • Foto del escritorCámara rota

Elegía del quinto sol


Por Gabriel Molina


Ometéotl, fuerza creadora, Ometéotl, origen de los dioses. Tras el humo del copal Ometecuhtli esconde las lágrimas. Es Ometecihuatl, clavando una espina de maguey en su corazón, quien dicta sentencia: El quinto sol se ha malogrado, empero, no será encomienda de dioses destruirlo.


Cuatrocientos dioses en cuatrocientas noches, cuatrocientas criaturas nacidas del sueño. Fueron ellos, los sabios, los guerreros, los dioses más audaces, los valientes. Los imaginaron y les dieron alma, diligentemente los soñaron cada noche, minuciosamente les dieron vida. Los habitantes del quinto sol despertaron.


Quetzales, águilas, colibríes, aves de sublimes plumajes levantaron el vuelo, sus voces llenaban el aire. Jaguares, ocelotes, tapires, majestuosas criaturas caminaban sigilosamente, por primera vez, en la tierra. Suntuosos seres, grandes y pequeños, desde ajolotes hasta tiburones, poblaron las aguas. Caimanes, serpientes, anfibios, entre la tierra y el agua buscaron su morada. Tlacuaches, cacomixtles, monos, conejos, todos perfectos, cada vida provechosa, hasta el insecto más pequeño. Así eran los cuatrocientos hijos habitantes del quinto sol.


Tecciztécatl les veía cada noche. Humillado, con su orgullo herido, soberbio, siempre soberbio, planeaba venganza. Nadie lo vio ausentarse del Meztitlán. Cada veintiocho días, furtivamente, dormía en el Teteocán para soñar un hijo. Cuatrocientas noches después le dio vida: creado a su imagen y semejanza, con la encomienda de alabarle, prometiéndole, falsamente, todo lo que en la Tierra existía.


A su imagen y semejanza: soberbio, mezquino, ruin, miserable, diminuto, sin gracia, cobarde. De sangre y maíz hizo su vida, de muerte y de tierra hizo su hogar. Insaciable, uno a uno dio muerte a sus hermanos, voraz, a los de noble corazón hizo esclavos, codicioso, de las aguas y tierras se proclamó dueño.


Llanto de los hijos del quinto sol, llanto de los dioses que les dieron vida, la resolución de Ometéotl no es comprendida. Ometecuhtli se dispone a hablar: El quinto sol será destruido, no por dioses, sino por el monstruo creado por Tecciztécatl y es castigo de éste el contemplarles cada noche, asistiendo a su traición, extinguiéndose a sí mismos y destruyendo a su creador.

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