Aguachile, de Frida Cartas
- Nicolás Jaula

- 8 jul
- 1 Min. de lectura

Por Nicolás Jaula
Publicado en 2024 por su propia autora, Aguachile es más que un viaje al Mazatlán de los noventa, con su sol penetrante, arena, trocas y música de moda. Es, además, una panorámica atemporal de las contradicciones que marcan la relación entre adultos y adolescentes.
Con su estilo certero y mordaz, Frida Cartas expone el antagonismo que viven sus personajes: unos padres furiosos que se desmoronan por el embarazo de su hija de 15 años, a quien, paradójicamente, le impusieron la responsabilidad de cuidar a sus hermanos desde pequeña; una madre católica que esconde el aborto de su hija, ignorando cínicamente la culpa espiritual que debería enfrentar; o una chica que resguarda celosamente aspectos de su sexualidad (por imposición de su entorno), pero que disfruta secretamente y sin pudor de esos "puntos ciegos" que, por tabú, la gente ni siquiera menciona.
Saberse parte de estas contradicciones convierte a Aguachile en una montaña rusa de emociones que van desde la risa y el cuestionamiento hasta la tristeza y la indignación. Y es que Frida, como en su Transporte a la infancia, nos habla de niñes y adolescentes vulnerables y vulnerados; de madres presas de sus circunstancias —también vulnerables y vulneradas—; y de lo que se vive en esa sociedad atemporal, tan alejada de la postal perfecta de la gran ciudad o de la playa turística.
Recomiendo ampliamente leer los cuentos de Aguachile (y si es con una cerveza, mucho mejor). Mis favoritos son: "El baile prohibido", "Se le paró" y "Corre, morra, corre".





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