"Dispersión", una novela con muchas capas
- Helly Raven

- 17 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 jul

Por Helly Raven
Todos hemos pasado esa etapa de bloqueo lector donde ninguna obra nos parece suficiente, y de la misma forma, todos hemos encontrado un libro tan bueno que se queda en nuestros recuerdos mucho tiempo después de acabar su lectura.
Este es el caso de "Dispersión" (We Spread, por su título original), novela del escritor canadiense Iain Reid que nos lleva de la mano al salón de Penny, una pintora anciana y viuda que pasa sus días malviviendo en un estado de absoluta soledad, arrastrándose de su butaca favorita a la cocina para calentar una triste sopa de tomate en la que ya no encuentra gusto ni satisfacción, y que casi siempre olvida comer mientras aún está caliente. A través de este inicio desolador su autor nos pone frente a una desgarradora certeza: esa idea de que una vida como la de su protagonista nos espera al final del camino.
Mientras avanzamos y vemos a la pobre anciana luchar con los días que se escapan de sus manos no podemos evitar hacernos las mismas preguntas que Penny: ¿Esto es todo? ¿Esta agonía en vida es lo que nos espera?
En el momento que Penny comienza a escuchar voces en medio de la madrugada, provenientes del apartamento vecino que ella cree abandonado, es cuando la trama da un inesperado giro hacia el suspense, siempre sin abandonar ese lado filosófico que nos cautivó en primera instancia. Un desconocido en la acera frente a su piso, una bombilla rota y una caída son los detonantes finales para que comience su nueva vida en Seis Cedros, una residencia para personas de la tercera edad que esconde más de lo que podemos apreciar a simple vista.
Iain Reid realiza a partir de este punto una brillante construcción de un pseudo-thriller, en un juego intranquilizador de atmósfera opresiva, pasillos que se alargan según el estado de ánimo de la protagonista, una casita dulce rodeada de un bosque donde todos los árboles parecen el mismo, horarios ineludibles de comida y siesta, y un reducido personal tan atento como perturbador en sus manías. Dentro de la residencia Seis Cedros comienzan a colarse pequeñas incoherencias capaces de hacer sospechar al lector que no todo es tan idílico en este lugar como aparenta.
La novela carga en sus primeras páginas un doloroso recordatorio de esas dos esferas de la vida: la juventud, representada en las personas que Penny ve en la calle y apenas le prestan atención a una anciana que arrastra su carrito de la compra; y la suya, una vejez que transcurre encerrada en sus propias limitaciones, mientras aguarda la muerte sin causar ninguna inconveniencia al resto del mundo. Con capítulos cortos, inquietantes y directos, “Dispersión” crea una tela de araña donde se mezcla la duda filosófica y el misterio, donde los ancianos y el enfermero Jack se ven obligados a bailar al ritmo que marca la dueña de la casa, Shelley.
Y es entre fascinantes reflexiones de Penny sobre el arte, el sentido de ser un artista y causar una reacción en quienes ven la obra que creamos, donde se crea una correlación indirecta con el miedo a morir sin legado, dejando cosas por hacer o descubrir. Es en esa soledad de sus páginas y el miedo a desperdiciar nuestra vida, viéndonos abocados a una vejez asfixiante que se acerca a pasos agigantados, donde empatizamos con sus personajes. ¿Cómo se lucha contra el implacable pasar del tiempo? ¿Es vivir una tragedia si el final nos llega a todos o en cambio, si tuviéramos todo el tiempo del mundo, la vida empezaría a parecernos carente de significado? ¿Cómo lidiaré yo con la soledad mientras me desvanezco lentamente?




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