Supe que querías saber de mí. Descuida, haré una breve presentación no incómoda. Para mí es un gusto, sobre todo porque me permite dar paso al pensamiento que, en todo caso, es lo más valioso que tengo, y expresarlo me sobrecoge.
No me disculparé por tutearte, de hecho, lo hago con todo el mundo, excepto con los que se han ganado mi respeto. ¿Que si creo en el respeto? Por supuesto, pero no en el sentido de la vaga moralidad, que por decreto se ha decidido realizar ciertas bufonadas. Eso me llevaría a ser un hipócrita mayor, que claro ya lo soy, pero no para mí, sino para los demás. Es más sencillo tomar lo que soy, a cargar con algo que no deseo.
¿Cómo puedo estar tan tranquilo? Es simple, manejo mi propia ética y mis principios son claros. Soy consciente de mis actos, no todos los entienden porque no necesito dar explicaciones; bajo ese esquema, la interpretación es mi compañera, así como lo es de todo mundo, compañera de la comunicación y del arte. Yo, ¿un artista? Por supuesto que no, hoy ellos quisieran ser el centro de su obra o viceversa, la obra su centro; se han olvidado de la interpretación y del sentido, probablemente. Artistas los hay muchos por ser nombrados, pero ese oficio, por decirlo de alguna manera, se ha vuelto mediocre. No quisiera hacer referencia a la prostitución ya que ella conviene a un fin.
Habría que inventar una nueva palabra o quizá dedicarle una a aquellos que con maestría expresan y hacen arte. Yo los llamaría genios: los hay genios taxistas, genios detrás de la barra o en alguna empresa lavando baños. ¿Cómo lo sé? Los conozco, y les respeto. ¿Qué me ha permitido llegar hasta aquí? Vaya pregunta, siempre me ha parecido graciosa. No es que vaya escalando, esa solo es una forma más sencilla de llevar la vida; pretender que crecemos, menuda tontería. Pero, para responder tu pregunta, es que he hecho lo que he querido, eso es todo, sin restricciones.
Constantemente se ha hecho creer que el hacer lo que se quiere trae consigo el mal, la vaguedad, la violencia. No hay que confundirse, pues la libertad atrae a la envidia, y así constantemente bailan un tango. ¿Preocupado? En absoluto, sé muy bien mi camino. Un tiempo dejé lo eterno por el mundo, el mundo y su tiempo, su ritmo y agonía. Esos solo son recuerdos de otra vida. ¿Mis palabras están a medio hilo? No lo has entendido aún, no realizaré una biografía, esa puedes hacerla tú, o un diario. ¿Qué nos recuerda quienes somos? Recordar, sí.
¿Por qué recordarlo? Es que estamos perdidos frecuentemente. Eso es idiotez o indiferencia. ¿Acaso te has abandonado a ti mismo? Vaya, eso no lo esperaba. Preguntabas por mí, quieres saber de mí cuando no sabes nada de ti. Te diré algo más, hago lo que quiero, obtengo un placer efímero a cada momento; son placeres distintos concentrados en el mismo lugar. ¿Por qué las letras y no un cuerpo? Porque el cuerpo demanda, las letras lo dan todo. Mi deseo sobre los cuerpos solo es por momentos, y ese deseo es contemplación, no el cuerpo en sí; el goce lo encuentro en mí, ¿por qué no?
¿Qué puritano no se atreve a decirlo? Falsedades se dicen, ¿podrían existir falsos actos? No lo creo; falsas interpretaciones, seguro. Mi nombre es Dante, el feligrés del onanismo, porque en mi regocijo sentirás repulsión de mi persona en algún momento. Todos piden contexto, ¿para qué?, para no equivocarse, ¿ante qué?, ¿qué se espera con eso? Vacuidad es lo que lleva consigo. Bien, me ha permitido usted decir algunas palabras prestando atención, atención es lo que quiero, claro, ¿quién no? Por eso ahora lo voy respetando un poco. ¿Es esto una carta, una conversación o un pensamiento?, usted podrá descifrarlo, hoy o mañana, no se apure. Ahora mi interés hacia usted no es por usted, sino por mí. Cuénteme, ¿es usted genio u onanista? No crea que lo limito a estas dos representaciones, o quizá sí.
¿Lo confundo? Para nada, usted ya estaba confundido desde que quiso conocerme, aunque para ser honestos, es de valientes reconocerlo. Sírvase de mí para elevar su moral o su beatitud. Entonces, ¿quién es usted?
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