Por Guillermo Martínez Collado
1
Ya amanece y el mar se nota revuelto. La hembra de tiburón blanco nada cerca de la superficie sin un rumbo fijo. Se trata del ejemplar número dos-cinco-tres, marcado en Sicilia por el equipo italiano del instituto oceanográfico. Nombre asignado, Lucrecia. Lleva adosado a su aleta dorsal un pequeño GPS que una vez al mes emite una señal. Esta es la manera de hacer un seguimiento al animal, y estudiar las pautas de conducta de las hembras del gran blanco. Hace tiempo que se sospecha que el Mediterráneo es una zona donde van a parir y criar.
Desde que está preñada nota como aumenta su hambre, cada vez más rápido. La ausencia de grandes mamíferos que puedan servir de alimento en la zona hace que los atunes rojos se conviertan en su gran presa. Días atrás se extravió mientras los perseguía, y el hambre y la falta de conocimiento del área la tienen intranquila. Se aproxima a la costa mordiendo a algún pececillo que apenas le quita el apetito, y se va a refugiar a una pequeña gruta subterránea con el propósito de investigar el sitio. Alberga un instinto que asocia ese tipo de lugar, una diminuta masa de tierra cercana al continente, a alimentarse. Está llegando a Tabarca.
2
La lancha de pasajeros pega botes en el mar como si se tratara de un circuito de motocross. Los viajes de primera hora de la mañana son tranquilos, pero a partir del medio día la intensidad del viento de Levante aumenta, creando un intenso oleaje. El breve recorrido hasta Tabarca se convierte en un infierno para los turistas.
-Perdone, ¿podríamos ir más despacio? Creo que voy a vomitar.
Belovoscicks, más conocido como Belo, sigue pilotando la nave sin inmutarse. El dinero que gana depende del número de viajes de ida y vuelta que pueda hacer. En la temporada estival, visitan la isla no menos de tres mil personas cada día. Hace ya mucho tiempo que el turismo es la principal fuente de ingresos de los habitantes del lugar, desplazando a la pesca. La joven, resacosa como el resto de sus amigas, no se da por vencida y se dirige nuevamente a Belo.
-Perdone. ¡Oiga!
El hombre gira despacio su cara hacia la muchacha, y no hace falta más para que esta se intimide y se sienta de nuevo. El capitán de este barco parece un jugador de baloncesto con ligero sobrepeso, vestido con camisa hawaiana roja. Una notable cicatriz se dibuja en su cuello, hecha con algún objeto que no debía cortar limpiamente. La parte visible de sus brazos está dibujada por extraños tatuajes de santos y letras del alfabeto cirílico.
Belo mira de nuevo hacia delante y ve cómo le pasa a toda velocidad la lancha de Vicente. Es un modelo nuevo y mejor preparado. Un grupo de niños le saluda con la mano y se esfuerza por devolverles una sonrisa. Pierde demasiados viajes por culpa de esos motores. Piensa en acelerar pero teme que el choque contra las olas sea demasiado violento. De todas maneras hace una pequeña aceleración para ponerse en paralelo a la nave de su competidor. Vicente mira de reojo y baja su palanca al máximo. Belo reduce y enfrenta el oleaje entre nuevas protestas de la gente.
Segundos después, un golpe de aire traicionero mueve la embarcación que lleva delante en el peor momento. La lancha de Vicente oscila en exceso y varias personas caen al agua. El hombre de la camisa roja se ríe de la desgracia de su oponente, que debe reducir y dar la vuelta para recoger a sus pasajeros, cuando los gritos le ponen en alerta. Una inmensa masa gris se mueve en el agua y el lugar se tiñe de rojo. Es un tiburón. Belo ve varios niños en el agua, y sin dudarlo dos veces acerca su lancha al lugar y se lanza de cabeza.
3
El partido da comienzo y el Spartak mueve el balón por el centro del campo. Viste pantalón y camiseta roja, y una franja blanca se dibuja a la altura del escudo. El equipo lo maneja Nikolái, alias El Ruso. Recuerda ese club con cariño de su infancia. Juega un derbi virtual en el FIFA 17 contra su primo Boris, fan del CSKA, que ha elegido la tercera camiseta, negra y morada.
El Ruso intenta formar con un cuatro-tres-tres, pero le da al botón de pausa. Hace un pequeño cambio y el Spartak pasa a tener cinco centrocampistas y solo un delantero. Es el sistema más efectivo para el juego. De todas maneras, Boris no tiene pensado ganar por nada del mundo. Su rival es el líder de la Mafia Roja, y el hecho de que estén temporalmente entre rejas no cambia nada. Su poder llega mucho más allá de lo que pueden evitar esos barrotes.
El guarda de la prisión pasa por delante de su puerta y los observa un momento. No dice nada aunque sigan con la luz encendida. Sabe que debe tratar bien a los ocupantes de esa celda si no quiere tener problemas, y gira para seguir con su trayecto. El despiste del jugador del Spartak por culpa de esa breve presencia hace que el CSKA meta un gol. Boris no se atreve a celebrarlo, aunque sonríe tímidamente.
Cuando llegan al descanso, El Ruso hace de nuevo cambios en la formación. Tiene que arriesgar si quiere lograr el empate, así que se decide por meter dos delanteros. Boris se entretiene echando un vistazo a sus redes sociales. Le llegan varios mensajes con un video que es tendencia. #Tiburón. #Ataque. #Héroe. Unas mujeres graban el ataque de un escualo mientras que un tipo se lanza a rescatar unos niños que flotan indefensos.
-¡Eh, Ruso! Joder. Tienes que ver esto.
-Dame un minuto, estoy acabando los cambios.
-No, realmente tienes que verlo.
El Ruso deja el mando y echa un vistazo al vídeo mientras maldice entre dientes. Casi aparta la mirada cuando ve el ataque del animal. Boris detiene el reproductor en el momento en que la cámara enfoca al tipo que sale del agua con los niños.
-¡Me cago en su madre!
-Por fin lo encontramos, Ruso.
4
El agente de Policía Boby Martínez hace el turno de noche en la isla de Tabarca. El suyo es un puesto honorífico. La malformación de sus piernas hace que las tenga torcidas y juntas a la altura de las rodillas, y muy separadas en los pies. Siempre quiso ser parte de los cuerpos de seguridad. Cuando tuvo la edad suficiente, se dio cuenta de que jamás podría convertir su sueño en realidad.
Sin embargo, en verano la policía de la isla se inventó ese trabajo, más parecido en realidad a un sereno que a Harry el Sucio. En principio se trata de poca cosa. Asegurarse de que los negocios cierren a la hora y evitar que los borrachos griten por la calle. Boby sabe que para sus vecinos es poco más que un chiste, el agente patizambo. Pero él se toma su cargo en serio. Desde el ataque del escualo la isla se ha convertido en un hervidero de periodistas y aficionados a los tiburones. Unos quieren pescarlo y otros que lo protejan. Si le preguntan a él, lo tiene claro. Haría que el bicho se comiera una tonelada de dinamita.
Se acerca la hora del cierre y el bar de los escoceses sigue con luz. Los clientes quieren acabar de ver un partido amistoso de rugby. Les da un poco de margen. A la altura de la iglesia ve a un par de tipos deambulando, de una manera un poco extraña. Da la sensación de que más que ir juntos, uno lleva al otro a la fuerza. Escupe el chicle de menta y decide seguirlos a una distancia prudencial. Abandonan la zona donde están las viviendas y se dirigen hacia el puerto. Probablemente tengan un velero atracado allí. Lo más seguro es que uno de los dos se haya emborrachado y el otro lo está ayudando. Pero mejor asegurarse. Cuando pasan por debajo de una farola, Boby distingue la perenne camisa roja de Belo, el improbable héroe del momento. Es un personaje de lo más peculiar, que llegó hace varios años a la isla y lleva una vida discreta, casi huraña. Nunca dice una palabra de más, inconfundible con ese acento del este.
El hombre que parece llevar a Belo a la fuerza debe tener una gran envergadura, porque es aún más grande. Cuando llegan al puerto una persona está esperándolos, se acerca y golpea con fuerza a Belo varias veces. Ahora Boby se pone en alerta. Ve a los tipos acercarse a uno de los barcos y entrar en los camarotes. Piensa que no hay tiempo que perder. Abre su mochila, y saca una pequeña pistola que tiene debajo del bocadillo. No está permitido que lleve ese arma, pero lo considera un seguro de vida. Sabía que llegaría el momento de usarla. Decide que va a asaltar el barco por la fuerza, buscando el factor sorpresa. Como en los vídeos que ve en YouTube. Cuenta hasta tres. Se acerca a la escalerilla de popa. Palpa su insignia de ayudante de la policía.
5
Lucrecia nada a unos metros de la superficie. No falta demasiado para que acabe el embarazo, que en el caso de su especie dura once meses, y se muestra terriblemente inquieta. En los últimos días ha seguido varias muestras de cebo, ya que muchos pescadores se han acercado a la zona tratando de atraer al magnífico ejemplar. Pero ella es prudente. Ronda al barco que hace poco que ha salido del puerto, cuando siente que arrojan algo por la borda. Observa en la distancia como se dirige a cierta velocidad hacia el fondo. Son dos cuerpos amarrados por cadenas a un objeto pesado, uno vestido de camisa roja y el otro con un traje de policía azul. Se acerca a dar un mordisco para comprobar si son comestibles.
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