Por Gabriel Molina
Fragmento de "Memorias Felinas" por Alex P.G. Bell
Hay nubes que toman vida. En el pueblo de las nubes, la gente de la lluvia les ve a menudo. Allí, en donde el cielo y las montañas se juntan, nacen los milagros. Traviesas, inquietas, aprovechan la tormenta para disfrazarse y descender presurosamente las laderas.
Un aguzado ojo Ñuu Savi les identifica con facilidad. Para otros, sin embargo, el disfraz pasa inadvertido, sin levantar sospecha alguna y, en cambio, contagiando la felicidad de ese andar a saltitos y esa cautivadora sonrisa que no deja a nadie indiferente.
Como es de esperar, esta furtiva fuga de los cielos no puede durar para siempre. Aunque tratan de esconderse de las tormentas, el viento va siempre tras ellas y así, súbitamente, una cálida ráfaga de aire las eleva tiernamente de vuelta, desatando una lluvia en los corazones de aquellas personas que las conocieron.
Este ciclo, que algunos observadores poco diestros han llamado “el ciclo de las nubes”, es, para la gente de la lluvia, un ciclo de almas (añu), almas inocentes que llueven felicidad a su paso y van haciendo germinar el amor hasta en los corazones más infértiles.
Pero todo esto es un secreto del pueblo de las nubes. Y si te lo cuento es sólo porque sé que ya lo sabías, o al menos lo sospechabas. Te conocí en el camino de la montaña y reconocí esa blancura, esa suavidad y ese gracioso paso apresurado.
En memoria de Rufino, el perro de la lluvia
Comments