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  • Foto del escritorCámara rota

Petalo's



Por Guillermo Martínez Collado


0


Los niños pedalean en sus bicicletas en dirección a la ría. Se han escapado de la casa de acogida y su intención es no volver nunca más. En la bicicleta roja y con unos metros de ventaja va rodando Pol, con una espada de madera en la mano. Detrás de él, mucho más despacio, rueda Johnny. Lleva una bolsa de plástico llena de agua en la que transporta al pez de color rojo Pétalo, su posesión más valiosa.


Pol se da la vuelta y grita.


-¡Vamos estúpido, por tu culpa nos van a pillar!


-No puedo ir más rápido, tengo miedo de que se me caiga Pétalo.

Pol, cansado de esperar, se da la vuelta y golpea la bolsa con su espada de madera. El pez se cae al suelo y pega saltitos, abre y cierra la boca buscando mantenerse con vida, hasta que una zapatilla J'Hayber blanca y azul le aplasta contra el asfalto.


-Ahora ya no tienes motivos para ir como una tortuga, vámonos.


-¡No! ¿Por qué lo has hecho? Era el último regalo de mamá.


Johnny se echa a llorar, incapaz de mover ni un músculo. Pol se da la vuelta mientras niega con la cabeza y sigue pedaleando.


1


El subinspector Valbuena toma nota de lo acontecido en el atraco con total desidia. La hernia de hiato está haciendo de las suyas, animada por la alta ingesta alcohólica de la jornada anterior. Su cuerpo es un infierno en estos momentos. Pese a que su mano tiene el tembleque, es capaz de escribir en su libreta. Vuelve a preguntar los datos a la trabajadora.


-¿Cuántos atracadores eran?


-Eran tres, con máscaras de Marx.


-¿De los hermanos Marx?


-No, de Marx el filósofo.


-¿Y cómo sabe que era Marx el filósofo y no cualquier otro tipo canoso de barba?


-Que sea dependienta no significa que sea una ignorante.


Valbuena mira por unos segundos a la muchacha y opta por zanjar la conversación. Toma nota de todo lo sustraído en la joyería y sale a fumarse un cigarro de la marca Lola mientras observa el exterior. Una buena zona, fácil vía de escape. Robo profesional, sin violencia. Probablemente no sería el primero ni el último de esa banda. Y él no va a comerse la cabeza por eso. Mira los carteles que hay en la acera de enfrente. Esta noche van a tocar Los Jabalís en la ciudad. Le gusta esa banda, un buen trío rockero. Se viene otra noche de juerga.


2


Johnny está preparando el bajo antes del concierto. Siempre que vuelven a Asturias para tocar sienten algo especial, porque significa volver a casa. Aunque todos los años que pasaron en familias de acogida fuera de la comunidad hacen que sean percibidos como foráneos, y eso le da rabia.


En la sala empieza a agolparse algo de gente y ve un grupo de chicas bebiendo en la barra. Se dan codazos y señalan hacia donde está él. Se le acelera el pulso, porque en el fondo le cuesta interactuar con el género femenino, de siempre. La chica pelirroja se acerca. Coge una bocanada de aire.


-Perdona, ¿eres de Los Jabalís?


Se queda mirando a la chica. Es preciosa.


-Claro, si no lo fuera, ¿estaría en el escenario colocando los instrumentos?


Se arrepiente de ser borde y piensa que ha metido la pata. La chica no borra la sonrisa.


-¿Y crees que podemos invitaros a una cerveza después del concierto?


-Eh…claro por qué no.


-Bien, porque me muero por conocer al cantante. Pol es guapísimo. Nos vemos después.


Se despide con la mano y vuelve con sus amigas. Johnny se queda con cara de alelado. Maldice entre dientes. Está harto de todo esto, de ser un segundón. Se promete que en cuanto consigan el dinero suficiente abandonará el grupo y montará algo por su cuenta. Y nada más de robos, ni de conciertos, ni de Pol.


3


Valbuena se encuentra en los lavabos de la comisaría vomitando. El estómago le vuelve a arder y tiene los ojos rojos. Otra noche demasiado intensa. Tira de la cadena y se va a lavar la cara cuando ve que tiene delante a Boby.


-Cuando te dignes a volver a tu mesa, amigo, tienes que devolver una llamada al inspector jefe de Santander. Tiene que ver con el robo de la joyería y los ladrones marxistas.


-Eh…si, muy bien…cof, cof…ahora mismo le devuelvo la llamada, gracias.


-¿Va todo bien?


Valbuena hace el gesto del pulgar hacia arriba y sale otra vez corriendo a vomitar. Cuando llega a la mesa se siente observado. Sabe que es la comidilla de la comisaría, y que si no progresa en alguna de sus investigaciones será difícil no ya ascender, sino incluso mantenerse en el puesto.


Busca en su bolsillo las pastillas y encuentra un papel, es aquel programa de mano de la gira de Los Jabalíes. Piensa que es un grupo brutal y echa un vistazo a ver si hay algún concierto que le coincida cerca de su ciudad mientras llama al inspector de Santander. El tipo empieza a hablarle de la banda de los marxistas y de los atracos, mientras Valbuena se saca la cera del oído con un lápiz. De repente su cerebro hace una conexión. Le pide al inspector que le repita la lista de los últimos atracos de la banda.


-A ver chico, ¿no estás al día con el caso? Los últimos atracos de la banda han sido La Coruña, Lugo, Oviedo, Gijón y Santander.


-Pero qué cojones…


Está mirando el programa de los conciertos de Los Jabalíes y coinciden en fecha y lugar con los atracos que le acaban de contar. Piensa que puede ser una gran casualidad. Una enorme.


4


Los tres chicos se enfundan los monos rojos y se ponen las máscaras de Marx. Pol se amarra en una coleta su melena rubia para no sufrir tirones y carga la pistola. Después le quita el seguro. No le gusta disparar, pero si llega el caso, no dudará en hacerlo. Al volante de la furgoneta se encuentra el batería de la banda, Yeyo. Está muy nervioso por el cariz que está tomando la discusión de los dos hermanastros, momentos antes de empezar el atraco. Pol se dirige a Johnny con mucha violencia.


-Olvídate de eso. Tú no vas a abandonar la banda. Ni la de música, ni la de atracos. Aquí estamos todos a una, imbécil.


-Con este golpe me retiro. Quiero llevar una vida normal. Comprar un bar y trabajar honradamente.


-¿Y qué sabes tú de bares?


-Mi madre tenía uno.


-Si es que eres imbécil. Vamos al lío, ya seguiremos luego.


La furgoneta aparca cerca de la joyería y los dos hombres se bajan. Desde que salieron del hotel, Johnny tiene la desagradable sensación de que alguien les sigue, pero no se atreve a decir nada por si se ríen de él. Entran pegando voces y dan un par de golpes al dependiente, que se resiste. Suponen que es el dueño, lo cual suele ser un problema. Los currelas suelen ceder rápidamente. Empiezan a llenar las bolsas con todo tipo de artículos, sobre todo cosas de oro, cuando un tipo entra gritando y les apunta con un arma. El hombre actúa nervioso, se desenvuelve con torpeza y da un traspié, así que Pol le dispara dándole en la pierna. Se acerca a darle un segundo disparo pero su arma se encasquilla. Mira a Johnny.


-Pétalo, acaba tú con este y vámonos.


Pétalo. Ese nombre le hace daño en los oídos. Cierra los ojos y piensa en ella, ya casi no se acuerda de su cara. Levanta el arma y dispara dos veces. Coge las bolsas y sale de la joyería a toda velocidad.


En el suelo, el inspector Valbuena se tapa la herida con la mano y tiene el corazón a doscientas pulsaciones, mientras mira el cadáver del atracador con la careta de Marx que tiene dos balazos en su espalda.


5


Valbuena se baja del taxi y mira la cafetería desde el exterior. Para su gusto es una decoración horrible, pero parece que tiene su clientela y el negocio funciona tan bien que ya están abriendo otra en la zona de la playa.


Cuando entra observa todo con detalle. El estilo es sixtie, con las camareras vestidas de camisas blancas y faldas y pañuelos de colores. La barra y las sillas están pintadas en rojo, y el suelo lo forman baldosas blancas y negras. En la esquina una gramola que imita a antigua reproduce una canción que logra identificar. Se trata de Chuck Berry. Se acerca a la barra cojeando y toma asiento. Echa un vistazo a la carta y ve productos que parecen un estuche de plastidecor. Batidos y tartas de todos los colores, y hamburguesas con nombres de coches.


-Tócate los cojones. Madre mía.


Al fondo del bar el dueño lo ve entrar. Deja de preparar los pedidos y se acerca a atender a Valbuena en persona.


-¿Le puedo ayudar?


-Si. Quería pedir algo del planeta tierra, pero no sé si lo tendréis. En la carta solo veo marcianadas.


-¿Y qué le gustaría entonces, agente?


Valbuena levanta la mirada de la carta y mira al tipo. No puede reprimir una sonrisita.


-Pues un puto carajillo no estaría mal.


Johnny se da la vuelta y empieza a preparar el brebaje. Echa un par de sobres de azúcar y los cubre de coñac. Calienta todo con el vaporizador de la máquina de café y prende fuego con su Zippo, mientras Valbuena observa la operación.


-Me gustaría hacerle una pregunta.


El hombre da vueltas al líquido envuelto en llamas con una cucharilla larga. Valbuena saca su paquete de tabaco de liar y el librito de Rizzla.


-El nombre de la cafetería…¿Por qué Petalo’s?


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