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Principios guindas, vidas doradas

  • Foto del escritor: Alejandro Juárez Zepeda
    Alejandro Juárez Zepeda
  • 5 may
  • 2 Min. de lectura



Por Alejandro Juárez Zepeda


En política, como en los cuentos de hadas, todo empieza con una promesa. Morena, en su Consejo Nacional de hoy, decidió prometerlo todo. Con una pompa que habría hecho envidiar el cónclave del Vaticano y un tono de arrepentimiento colectivo digno de centro de rehabilitación, el partido guinda aprobó un decálogo ético para lavar sus culpas, evitar nuevos pecados y, de paso, recordarnos que en la 4T la contradicción no es error: es doctrina.


Nada de clientelismo, ni de mentiras electorales, ni de usar helicópteros para llegar a un mitin de tres calles. Nada de prometer dádivas a cambio de votos, ni de colocar a la parentela en cargos estratégicos. Lo leyeron con fervor, lo aplaudieron con solemnidad y lo firmaron con tinta invisible. Porque mientras los principios se enunciaban con cara de santos, en el fondo del salón los rostros de la herencia política —Andy López Beltrán, Luisa María Alcalde, y demás miembros del club de los bien nacidos— se mostraban como estampas vivas del nepotismo sin culpa.


Andy, hijo del expresidente, es secretario de organización de Morena. Alcalde, hija de Bertha Luján, es la dirigenta nacional. Todo dentro de la ley, claro. Porque en Morena el problema no es la ilegalidad: es la impunidad travestida de mérito.


El partido que prometió barrer la corrupción “de arriba para abajo” ha perfeccionado el arte de barrer debajo del tapete. Y no es que los principios estén mal —quién puede estar en contra de la honestidad, el respeto o la justicia—, pero la ética, sin consecuencia, es solo un discurso bonito en boca de los cínicos.


Ahí está el caso del festival Axe Ceremonia, donde murieron dos fotoperiodistas por una estructura mal montada que se colocó fuera de aviso. El CEO del evento, Diego Jiménez Labora, desapareció de redes tras el accidente, y los rumores sobre su cercanía con Andy López Beltrán se esparcieron más rápido que la indignación oficial. La Fiscalía, de otra Alcalde, Bertha Jr., no ha movido un dedo. La ética, una vez más, es selectiva.


También desfilaron los usuales sospechosos del reciclaje político. ex priistas y panistas que ahora se visten de guinda sin que nadie se sonroje. La 4T es un arca donde caben todos, siempre que lleguen con estructura, presupuesto o una buena encuesta bajo el brazo.


¿Y la élite empresarial? Bien, gracias. Carlos Slim continúa ganando contratos. Los bancos siguen con cifras récord. El discurso de combate al neoliberalismo terminó siendo un podcast sin consecuencias.


Mientras tanto, el “pueblo bueno” recibe su dosis mensual de transferencias, como quien agradece una limosna aunque le deban justicia. Porque en la 4T, el cambio no se mide por resultados estructurales, sino por lealtades. Si no traicionas al líder, puedes subir al arca.


Así que sí, Morena ya tiene su decálogo. Pero no se equivoquen: no es una guía de conducta, es un espejo de sus ansiedades. Es lo que el partido quisiera ser, no lo que es. Es, en el fondo, una confesión involuntaria: hemos fallado, pero aún creemos que podemos actuar como si no.


Y el país, ese eterno espectador de transformaciones en cámara lenta, sigue atrapado entre los que prometen la revolución y los que brindan por ella desde un restaurante en Polanco.

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