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Foto del escritorViridiana RN (@avecesperro)

Verano permanente



Por Viridiana Ramírez


Día 1.

Desde mi ventana puedo ver a los niños correr rumbo a la piscina comunitaria, llevan trajes de baño de todos colores y la mayoría van descalzos. Van dando saltos para evitar pisar más de la cuenta el asfalto caliente, saben que la recompensa valdrá la pena, se podrán sumergir en agua fría y cloro. Tengo envidia, sí, pero no lo suficiente como para salir de mi casa y soportar ese recorrido.


Día 2.

Hoy vi a los viejos de la casa de enfrente, a pesar de llevar tanto aquí aún no sé sus nombres, no pasamos del típico saludo mañanero y alguna que otra cortesía. No entiendo cómo a su edad pueden tolerar este calor, como siempre se sirven un vaso de té helado, acaban con el último hielo de la jarra, no saben lo que es tener la garganta seca, si fuéramos amigos sé que me ofrecerían un vaso y un abanico, pero honestamente no vale la pena llegar al final de la tarde platicando con alguien más a cambio de una bebida. Yo puedo preparar mi propio té, hoy no, pero tal vez mañana.


Día 3.

Supe que los viejos son amigos de prácticamente todo el mundo. Vi que pese a tener su piel casi pegada a las sillas en las que descansan hicieron que sus brazos se levantarán sólo para saludar al vendedor de helados ¡Dios mío, no lo tolero! llega tocando esa molesta campanilla y gritando los sabores exóticos del día ¿qué tiene eso de especial? Detesto tanto el sonido de su voz que llevo años evitando comprarle siquiera una paleta. No me explico cómo es que puede estar tan contento bajo los rayos del sol, no es un tipo normal. En fin.


Día 4.

Siento las últimas gotas de sudor correr por mi espalda, trato de llevarlas con mis dedos hacia mi boca y así evitar que mis labios se sigan cortando por no probar gota de agua, no puedo con el calor, no hay lugar fresco en esta casa, no hay ventana que se pueda abrir. Siempre me gustó la idea del descanso veraniego, pero nunca habría pensado en algo como esto, jamás creí llegar a odiar una de mis cosas favoritas.


Día 5.

Hoy intenté salir de aquí, pero la perilla estaba al rojo vivo, me fue imposible tocarla. Quise abrir las ventanas, pero todas están fundidas al concreto de las paredes. Traté de conservar la calma y fui a encender el aire acondicionado, como era de esperarse no funcionó, por un momento juré que de ahí brotaron cenizas. El agua de todas las llaves hierve, y no encuentro forma de salir de este horno. Incluso grité, pero nadie me escuchó, los niños corrían, los viejos bebían té y el heladero continuó gritando.

Aún no puedo creer que de entre todas las opciones del catálogo, la mejor me haya parecido Días de Verano, qué tontería creerme más listo que ellos. Ojalá hubiera elegido otro infierno.




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