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Vestida para la espera

  • Foto del escritor: Juan Carlos Vásquez
    Juan Carlos Vásquez
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura

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Por: Juan Carlos Vásquez


A veces pienso que siempre supe que esa casa guardaba algo.

Era grande, oscura, de techos altos. Tenía un pasillo largo que conectaba todas las habitaciones y, al final, mi cuarto. Yo dormía solo desde muy pequeño. No por valiente, sino porque me acostumbré.


En las noches, cuando todo quedaba en silencio, ella aparecía en la puerta.

No entraba.

Tampoco hablaba.

Se quedaba quieta, mirándome. Vestida de blanco, con algo que parecía un velo cubriéndole el rostro. Una novia. Eso pensé desde el principio: es una novia.


Algunas veces, no muchas, había alguien más con ella.

Un hombre.

Vestido de rojo.

Siempre a su lado.

Nunca me miraba. Estaba de perfil, como si esperara que algo ocurriera.

Después de unos minutos desaparecían, sin moverse, como si se borraran.


Durante años pensé que era un invento de mi cabeza.

Que los había creado por miedo, o por soledad, o por esa costumbre que tiene la infancia de transformar la sombra en figura.

Me acostumbré.

Los veía y cerraba los ojos.

Y si no los veía, los imaginaba en la puerta.


No hablé de esto con nadie.

Ni con mis amigos, ni con mi madre.

Hasta que un día, siendo ya adulto, en una conversación sin importancia, mencioné algo. Dije algo como “cuando veía a la novia en la puerta de mi cuarto”.


Ella se quedó callada.

La vi palidecer.

Y después me lo dijo:

—Cuando compramos la casa, hubo una pareja que la había apartado. Jóvenes. La chica murió en un accidente antes de la boda. Fue trágico. Lo recuerdo porque a tu papá no le gustaba la idea de quedarse con una casa así… pero yo sí. Yo siempre quise vivir aquí.


Nada más.

No me preguntó qué había visto yo.

No quiso saber.

Como si bastara con que lo supiéramos los dos, cada uno a su modo.


A veces pienso que ella también los vio.

Que por eso no me pidió explicaciones.


No volví a verlos.

Ni siquiera en sueños.


Pero a veces, en casas ajenas, me detengo frente a alguna puerta entreabierta y siento el mismo frío de entonces.

Y no sé si espero que ella vuelva…

o si soy yo el que se quedó allá, en la cama, temblando bajo la sábana, con los ojos cerrados, mientras dos figuras sin tiempo me miraban desde el umbral.


He pensado muchas veces en investigar su historia. Saber sus nombres. Buscar documentos, fechas, solicitudes de compra, algún registro que confirme quiénes eran. Pero en aquel tiempo no todo se documentaba como ahora. He ido a la alcaldía. He preguntado en archivos viejos. Todo se pierde entre papeles mal fechados y voces que ya no están.


Lo más extraño es que nunca volvió a aparecer. Quizás fui yo el que cambió. Tal vez la sensibilidad que tenía de niño —ese canal abierto entre el sueño y lo real— se fue cerrando con los años. Me he preguntado si la adolescencia, el ruido de la vida o simplemente el olvido la alejaron para siempre.


Han pasado más de cuarenta años.


A veces, cuando releo lo que escribo o escucho mis propios pensamientos, imagino que ella está cerca. No para asustarme, sino como si todavía esperara algo. Y si pudiera oírme, si pudiera asomarse otra vez a la puerta como entonces, le diría que lo siento.

Que nunca me asusté.

Su presencia fue una compañía extraña, sí, pero necesaria.

Que no me hizo daño.

Al contrario.

En esos días de soledad apremiante, su aparición fue como una señal —oscura, sí— pero una señal de que no estaba completamente solo.



Este texto forma parte del libro inédito “Infantil 🚫”.



Juan Carlos Vásquez (Valencia, Venezuela) es autor de Pedazos de familia, Ward's Island: El lado oculto de Nueva York, Colapso. Poesía reunida y Crónicas por Barcelona (Araña Editorial, 2024, Valencia, España).

Ha publicado en revistas y plataformas literarias de Europa y América como Barcelona Review, Canibaal, Nagari Magazine, Baquiana, Extrañas Noches, Letralia, Margen Cero y Primera Página.

Su obra figura en antologías internacionales —entre ellas The World’s Greatest Letters 2021— y en proyectos artísticos como Mirages from an Unreal World (EE. UU.).

Administrador del archivo literario HD Kaos, ha recibido reconocimientos del Premio Nosside (Italia) y fue finalista del concurso de microrrelato Guka (Buenos Aires).

Mantiene inéditos el libro de relatos Infantil🚫 y el poemario De vuelta a casa, Anatomía de un reencuentro.

Ha vivido en varias ciudades de EE. UU. y España.



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