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  • Foto del escritor@Manitasdecoco

Ángel



Por Manitasdecoco


Mi querido Ángel, la verdad es que, sí recuerdo los querubes pintados en la catedral. Sí aparentabas ser uno: qué piel tan blanca, qué ojos tan grandes, qué cabello tan negro, qué hermoso puede ser un niño. Tal vez por eso, cuando salíamos, te miraban así los pinches viejos lascivos y las pinches viejas lubricas; pero eras mío, siempre lo fuiste, estábamos destinados y así como tú me disté la vida, yo te di la muerte.


Pero no, te juro que no, yo miento.


O no sé. La verdad es que sí, sí miento, me gusta mentir, pero aquí no. Él me amaba y por eso lo hice, ¿sí ves? No soy mala, ¿qué define la maldad?; no juzguéis o serás juzgado.


Él estaba muerto, ¿sabes quién lo mató? Las pinches calles, su madre, su pinche padre, mis bisabuelos, mis tías y al final yo, pero yo solo jale el gatillo y le dije todo (y nada también). Le dije, siempre, siempre te amo ¿cómo no amarlo?, fuese como fuese, así fundido en las drogas, así mugriento, así perdido, así de precioso.


Pero no, no, así no era él, solo se cayó y fue bajando en ese pinche hoyo sucio de la ciudad, de las colonias llenas de mierda, de gente caminando para atrás, de perros abandonados, de putas y padrotes; pura porquería, pura basura. Tan triste tú y tu belleza. El contraste era tan grande: tú tan bello y ellos tan horrorosos, tan atrapados, tú y ellos, pero bien sabías que nunca ibas a salir de eso (como quien nace con estrella negra) y sabías bien que eras ya parte del ciclo.

Yo solo le facilité las cosas ¿sabes?


Lo salvé.


O ¿qué? Más de 15 años tirado a la chingada, ¿me vas a decir que hice mal?, que él hubiera salido de esa selva y hubiera sido abogado o alguna mierda que los optimistas repiten como merolicos, y que aparte creen que, con un buen psicólogo, psiquiatra, anexo (mierda y media) o con meterle más medicamento hubiera dejado a ese diablo.


Tú y yo sabemos que eso nunca hubiera pasado, desde aquella vez que me dijo en su cuarto, levantando la cortina desmadrada de su ventana, "Yo no saldré de aquí", y le creí. Le creí cuando dijo que no había matado, le creí cuando dijo que no se metería más porquería, le creí cuando dijo que no había robado. Por eso también le creí cuando me hablaba y me decía que me amaba como a nadie, como nunca, como a ninguna otra. Creerle porque la sangre llama, porque compartíamos todo, familia, vida.


Mi Ángel, te amo. Estás aquí, frente a mí, muerto.


Por eso, lo maté, lo hice, y aunque ya estaba muerto, lo terminé (Te amo). Y disparé en su frente, en su frente tan bella, arriba de ese ojo que desapareció hace algún tiempo, arriba de ese lunar que tanto me gustaba, ese que el tanto odiaba.


Por eso cada noche te rezo, mi Ángel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.


Amen.


Dios te salve, María, llena eres de gracia (la gracia o la desgracia). Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores (Ángel no era pecador, pecadores todos los que lo abandonaron, pecado mi incesto; pecadores la tira que se lo madreaba, pecadores todos menos él).


Libre al fin, él está arriba, perdonando a quien no hizo nada, a “Dios” a “Él”, al “Poderoso” al “Fuerte”, al “Prominente”. A la puta virgen, la paloma zoofílica, perdonando al padre, al hijo y al espíritu santo, y a los tantos que le dieron la espalda y a los ángeles que lo mandaron a este, aquí, a mí, al infierno.

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