El ocaso
- Nicolás Jaula
- 13 oct 2020
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 13 oct 2020

Todo habÃa cambiado, ya nada era igual.
La máscara lo sofocaba y las piernas le dolÃan por pasar tantas horas de pie esperando a sus vÃctimas en la oscuridad.
Esconderse dentro de los viejos armarios o detrás las cortinas polvosas habÃan dejado estragos en sus vÃas respiratorias. Incluso, un par de meses atrás, experimentó un ataque de tos mientras estaba a punto de acuchillar a alguien, arruinando por completo el momento.
El cuchillos, le apodaban en la prensa de nota roja. Y lo odiaba, lamentaba no haber podido elegir su nombre de asesino enmascarado. Nunca se le ocurrió dejar una nota o grabación de voz para difundir el nombre que él quisiera. Hubiera preferido algo en inglés, algo más intimidante.
HabÃa notado que la juventud era cada vez más despierta, más avispada. Muchas de sus posibles vÃctimas practicaban box, parkour, defensa personal, artes marciales, y él perdÃa cada dÃa más su condición fÃsica. Los adolescentes se habÃan vuelto su mayor peligro, ¡vaya ironÃa!
HabÃa empezado a anochecer y él seguÃa en pijama, sentado en la orilla de la cama con un vaso de leche, reflexionando. ¿Todo habÃa perdido el sentido?, ¿habÃa dejado de disfrutar su profesión de clavar sus largos cuchillos de cocina a sus vÃctimas?, ¿alguien habrÃa notado su edad, mala condición fÃsica, sobrepeso y espalda encorbada detrás de su uniforme de asesino slasher?
Slasher era un buen nombre, ¿cómo no se le ocurrió? El tiempo habÃa pasado y ya solo le quedaba pensar en su jubilación.
