Llegué corriendo oliendo a sudor de otra persona.
¿Les digo algo? No lo iba a ver, estaba en el departamento de otro wey. Y es que, cuando eres estudiahambre te ves en la necesidad de dar unos besos para que de premio te dan una pizza y, si te va aún mejor, unas chelitas. Me iba a quedar con ese wey, más bien en su depa (estaba chingón); la tele iba a ser para mí. Sí, era un total desconocido, pero el pendejo iba a estar de guardia y pues a gusto el pedo, ¿no?
A medio faje con el wey del depa (trauma, digámosle así), "J" me llamó y me dijo que estaba cerca del metro, que estaba a punto de llegar. Se me hizo ojete dejarlo plantado (no me arrepiento de no hacerlo), así que le dije al wey con el que estaba que me tenía que ir, que estaba lejos de mi casa (y la neta cogérmelo en la primera cita no estaba en mis planes, no soy de esas. Bueno, sí, sí soy de esas, la neta). Me dijo que me acompañaba al metro, pero "J" estaba justo en la estación. La misma pinche estación donde chambeaba ese wey: “Hospital General”.
No, no, no, déjalo así, no mames, tienes guardia- le dije- pero ahuevo me quiso acompañar para darme el último beso.
Bajé del otro lado de la estación y corrí, la neta hice todo lo que pude para darme un arreglito. El vato ni era tan importante, la neta; dos tres platicadas por face y whats, igual a ver qué pasa, pensé, le chingo la cena y me voy a mi cantón o a seguirla en el “pride”. Mientras corría en chinga loca, sabía que olía a sudor o al menos sentía que apestaba a algo, no a coger, más bien a la “fajación”, a otro wey. Pero ahí estaba "J", esperando desde hace 15 minutos (ya tarde, muy tarde), parado a lado de una pinche local de Telmex rudimentario y madreado. Lo primero que me dijo al verme fue: "sabía que vendrías de rojo".
Yo te puedo describir exactamente cómo estaba vestido él, sin cerrar los ojos. La gente hace memoria cerrando los ojos, pero yo no, yo los tengo abiertos porque lo tuve de frente y no tengo que forzar nada. Más bien, los abro más. Mi memoria sigue viva como si nada hubiera pasado, como si ese día siguiera acompañándome, no atormentándome. Aún permanece la nostalgia, el dolor de querer regresar a ese día, a lo huido, a lo que ya ha transcurrido y que inevitablemente no lo volverá a pasar. Para olerlo solo me acerco más, y ahí está también la más hermosa cara y los lentes, pinches lentes se le ven bien, algo grandes. Su cabello horrible y rizado lo odio. Y es cuando me doy cuenta que el rayo cayó sobre mí, eso que no te vuelve a pasar jamás, es lo mismo de Romeo y Julieta a primera vista. El amor a la primera vista.
-¿Qué quieres hacer? ¿Ya comiste?
Le dije que no, estaba muy nerviosa.
-¿Vamos por pizza vegana, ¿verdad? -Te acordaste, le dije.
Caminamos y fuimos a un restaurantito, y nos tomamos unas chelas. Estaba muy nerviosa, se notaba que no podía dejar de mirarlo. Salimos de ahí y le dije que si íbamos por otras chelas; la neta me valió verga todo, que fueran casi las 10 y que no tuviera más de 500 varos en la cartera. Yo tenía los ánimos hasta el cielo, seguimos bebiendo en otro bar fresón, platicando de todo lo que se puede hablar. La risa, su risa. Le sugerí que fuéramos a una peda con mis compas y terminamos en el pinche "Divina" con besos de tres, con gotos y lenchas, con heteros closeteros, con mis amigos y con él en el mero perreo. En mi mundo.
A las 3 am le dije que nos fuéramos, pinche lugar abierto desmadrado. Hacía frío. Acepto que en otro cuarto de ese mismo lugar le canté una canción de Rebelde. Sonaba bien cabrón, es el cuarto para los dolidos, pensé.
"Solo queda un momentooooooooooo, solo dime no es ciertoooooooooooooo, solo quédate en silenciooooooooo". Se mega cagó de risa. Es para ti, le dije, todas las canciones que pienso son para ti.
Salimos y le dije que la neta no tenía donde ir (mentía y a la vez no).
"¿Me puedo quedar en tu depa o dónde sea?", le pregunté. No sé, pero en el estado en el que estaba ya me lo quería coger. Me dijo que sí, pero antes me abrazó. Estábamos en Garibaldi y al fondo se escuchaban los mariachis, los borrachos cantando, la pinche fiesta seguía y yo, yo que estaba con él, sentía que la felicidad de mi cuerpo salía desbordada. No sé describir la felicidad, pero puedo decir que en ese momento la sentía. Ese beso era la felicidad.
Escuché más alto la música, escuché más alto los mariachis, escuché gritos, nombres y vi su cara.
Solo paró el taxi.
Por @Manitasdecoco
Comentarios